EL JARDÍN DE NADIE







    En el jardín, donde florece el Colmo sin invierno, Santa Bárbara es una árbol llena de horas calientes en mi país, como son los rajos, y la esta la magnifica Ulmo, un grandioso árbol que se desmantela y se nace, quiebra y insiste en volver a la vida. Son sus brotes verdeados de dulce claro. Derrocar, seguir abajo, caen llenos de esfuerzo en mantenerse arriba. Cuando el viento la soltó con una tapa fervorosa en la faz, no se retrae. En un balanzón sincero se mantiene. No es cínica. Un árbol no es así. Pero está allá en su magnífica presencia a equilibrar con raíces anchas, gigantes de mohecer su eterna senescencia. ¿Cómo puede?

            - Mira ¿Quién está perdiendo esta vez?

            - Juan, de uno, el cero se pone a tu creencias.

            - Mis creencias confirma que perdiste de uno

            Abajo están en su sombra los mayores con cigarrillos perfumados. Están las señoras con una sonrisa permitida. Adelante los chicos y chicas bailan a su alrededor con maderadas en la mano, empuñan sus bicicletas y salgan volando por el verde gramado. Otro buen taquito salta alto, alto en los brazos de un amable abuelo. Alto, alto lo dije. Ninguno lo puede oír. Es alto hasta el hombre de brazos largos a extender el cuello que anida su más precioso sueño realizado sueno.

            Qué sueno de ser en la plaza, en los recintos calmos de todas las repúblicas y de todos nosotros que pasamos. Extranjero en cualquiera, miro lo que percibo. En que no me puedo contener en el sortilegio de comprender la muerte frente a una novedad fantástica de la vida que se quiebra y renace. 

            De un lado siguen las familias con sus niños que  ahora, en la plaza, en el largo, en el jardín de niños. De otro el café agradable incrustado en la casa de los muertos. A los niños que se fueran, donde jamás, sin dolor, alguno día sus padres, abuelos, hijos, amigos, esposas, madres como que seres de otros mundos pasarían sin comprehender en nada, el motivo porque los niños mueren, ni mismo es posible entender porque ahora, allí están y brincan.

            En el entorno están. Y el calvario magnífico lleno de una memoria cruel, no tiene sentido para los que pasan. Un día quizá puedan decir que el rey está desnudo.

            Los niños siguen en sus caballitos libres, armados de sueno. En un fin previsible que vira de culpa, de dolor, de miedo, de horror en espacio de los libres. No lo sé, sincero, case sea, casi lo dijo que es así mismo. No se hace costumbre de un buen recorrido en las tumbas con chistes y alegrías infantiles.

            Ningún abuelo salta y apunta para que salte y lo se pueda acontecer de saltar. Los muertos, con la misma clemencia amorosa que los abrazas vivos no tiene en igual sentido de alegría alguna de encantar, muertos.

            La dolor de no hablar sin correr sentidos de los significados, sin tirar los sueños por las ventanas, sin volver a sí-mismo como refúgio, y tender con el camarero una palabra que finca los pies en Latinoamérica, a saber que el real es la pérdida de la vida, en la confianza de los dirigentes, de la gente perdida, de los vecinos con sus basuras a las siete de la mañana, a las siete, los hijos sin valores, la hambre, el trabajo asesinado, la mujer con otro, la cama caliente y el frío del pensamiento con láminas.

            ¿Cómo ganar del tiempo cuando si desplaza el árbol de los pingos de oro? Él cinamomo que trae tormentas, rayos de luz de tierras lejanas, y levanta la espada en el rostro de los malvados con la sorpresa final de la muerte. Numerada y sin tiempo final, sin fecha que saber y en la plata brillante de su aliento se hace en cualquier momento de duda, en la curva del camino. Uno por su vez llamará el tiempo.

            Uno a la vez ya cada paso, en la revolución hecha por uno solo, con más valor, sin temblor y contra todos. Escucho el sonido de las palabras de oración, el libro abierto, la medialuna, la media luna, su arco apuntando a marte.

            Caminar en Buenos Aires en búsqueda de lecturas, de conversar sobre temas que se quedan en el uso constante de las citas cansadas. Perseguir el propio andar hasta volver ao vacío, al juego de fútbol, al café.

#######


Postagens mais visitadas deste blog

Nada, como estar entre a gente

Clientes amigos

Na ponte, Maria